La rama de la economía que tiene como objetivo estudiar las magnitudes colectivas correspondientes a un sistema económico es la macroeconomía. Dichas magnitudes generalmente son establecidas para un territorio concreto o un país.
La Renta nacional es un término macroeconómico que se refiere al conjunto de bienes y servicios producidos en el plazo de un año en una economía nacional. Habitualmente es representada por Y, que a su vez se identifica como la suma del Producto Bruto Interno más las exportaciones.
Se entiende por Producto Bruto Interno (PBI) como el sumatorio de del consumo privado (representado por C), el consumo o gasto público (G), las inversiones privadas y públicas (I), y la diferencia entre exportaciones (X) e importaciones (M). Dado su enfoque, la macroeconomía es de enorme utilidad para la gestión administrativa y política de un país. Mediante la utilización de los modelos económicos, esta rama en especial de la economía tiene como objetivo la simplificación de la enorme diversidad de relaciones económicas que existen en un estado.
El valor añadido puede ser utilizado también para definir el Producto Bruto Interno de un determinado Estado. De igual manera, es la suma de inputs netos de cada uno de los sectores de la economía. También es posible definirlo en función de los ingresos y de la distribución: la sumatoria de los salarios que provienen del trabajo (RL), las retas procedentes del capital (RK), los beneficios (B), las amortizaciones (A), los intereses financieros (Rr) y la diferencia entre impuestos indirectos (Ii) y subsidios (Sb).
Si bien estas cifras se calculan de manera independiente al número de habitantes, existe un cociente entre el Producto Bruto Interno y el número habitantes en un determinado Estado o economía nacional llamado Renta Per Cápita. También, al equilibrio de la balanza comercial, se exige que el ahorro (A), menos la inversión (I), sea igual a la diferencia entre exportaciones (X) e importaciones (M).
Dadas las explicaciones, podemos considerar las siguientes cuestiones como las centrales en la macroeconomía:
Un instrumento de deuda es un recurso que permite a la parte que lo emite recaudar fondos. Es un medio para financiarse mediante la emisión de una deuda que puede ser electrónica o en papel. La promesa como contrapartida es reembolsar la cantidad prestada en un tiempo preestablecido en un acuerdo previo.
Hay algunos instrumentos de deuda más conocidos que otros: están los bonos (valores de deuda que habitualmente utilizan entidades privadas y entidades de gobierno), los pagarés (documento que entrega una persona mediante el cual contrae la obligación de pagarle una cantidad de dinero en la fecha que figura en él) o las obligaciones. Incluso puede considerarse a una hipoteca como un instrumento de deuda.
Los diferentes agentes de mercado pueden transferir la titularidad de estas obligaciones de deuda de una parte a la otra gracias a cada uno de estos instrumentos.
También podemos clasificar los instrumentos según su duración. Es así que contamos con dos tipos de instrumentos de deuda:
La balanza comercial (también llamada “balanza de mercancías”) es el registro económico donde se plasman las importaciones y exportaciones de mercancías de un país. En ella, se descuentan de los ingresos los pagos del comercio de mercancías de un país.
Es la balanza comercial la que puede brindar más información sobre las importaciones y las exportaciones llevadas a cabo en un país. La balanza indica en un momento determinado el diferencial existente entre los bienes que un país vende al exterior y los bienes que adquiere de otros países.
Para conocer la situación económica de un país, existen otras balanzas fuera de la comercial: la balanza de servicios, la balanza de transferencias y la balanza de rentas conforman, junto con la comercial, la balanza por cuenta corriente. Esta es una de las cuentas principales en la vida macroeconómica de un país. A su vez, la balanza de pagos está conformada por la cuenta de capital, la cuenta financiera y dicha balanza corriente. Este es un indicador muy fuerte que permite conocer los ingresos y pagos que realiza un país, conformado por importaciones y exportaciones de bienes y servicios.
Dependiendo el resultado de la balanza comercial, tendremos dos alternativas:
Si el resultado es negativo, existe lo que se conoce como déficit comercial, por lo que la balanza comercial es desfavorable. Esto se da porque las importaciones son mayores a las ventas al exterior que tiene el país en determinado período. En este tipo de escenarios, es necesario compensar el déficit, lo cual se consigue con financiación, ya sea a partir de deuda privada o pública, para que el país pueda seguir comprando bienes o servicios. El efecto negativo de dicho movimiento es que aumenta el tipo de cambio, es decir, que como consecuencia de una balanza deficitaria se incrementa el precio de las divisas. Esta situación no es favorable y mucho menos recomendable de sostenerse en el tiempo, dado que lo único que hace es incrementar el nivel de endeudamiento.
Si el resultado es positivo, se da lo que se llama superávit comercial, dado que la balanza comercial es favorable. Sencillamente, las ventas al exterior de un país en un período determinado superan a las compras, por lo que se produce una situación ideal en la que entrarán más recursos económicos gracias a las exportaciones.
Los gastos fiscales se refieren a la ausencia de ingresos (o ingresos en negativo) que percibe la Administración Pública debido a las ventajas fiscales, las cuales son ofrecidas por la Administración Pública, haciéndose cargo de los efectos.
La forma en que la Administración Pública redistribuye los recursos entre los contribuyentes y los sectores de la economía son los gastos fiscales. Entre los recursos con los que cuenta, la Administración puede aplicar deducciones, exenciones o reducciones. La principal consecuencia es la de dejar de percibir determinados ingresos, provocando lo que se conoce como gasto fiscal. Podríamos decir entonces que el gasto fiscal es el costo que paga la Administración Pública por ofrecer determinadas ventajas fiscales.
Siendo que las ventajas fiscales del contribuyente repercuten en diversos gastos para la Administración (también llamado gasto público), podemos considerar entre ellos el retraso en el pago de determinadas tasas hasta las deducciones mencionadas, pasando por la aplicación de impuestos reducidos.
Si detallamos los gastos fiscales más habituales asumidos por la Administración Pública, encontramos:
Se denomina cepo cambiario a la restricción al consumo de una divisa extranjera. El principal motivo suele ser las tensiones inflacionarias generadas por una demanda excesiva, lo que hace que la moneda local se deprecie. Se desprende entonces que el cepo cambiario conlleva numerosas medidas restrictivas para frenar el uso de una moneda de otro país, sin tener que incurrir en la devaluación de la moneda propia.
¿Qué objetivos tiene un cepo cambiario? Habitualmente, se persiguen tres metas principales: evitar la devaluación de la moneda local; frenar la salida de capitales del país; y frenar la inflación.
Como contrapartida, la aplicación de un cepo a una moneda puede propiciar la creación de mercados alternativos donde el eventual consumidor busca la compra de la divisa, generalmente a un precio mayor que en el mercado oficial.
Para ofrecer un ejemplo (que no esté ocurriendo aún hoy, lo que no permitiría un análisis completo), en el 2011 Argentina limitó la cantidad de divisas que se podían intercambiar. Y para acceder a la cotización oficial, debía solicitarse autorización. Como consecuencia inmediata, se creó un mercado alternativo con su tipo de cambio, diferente del oficial. La diferencia entre el tipo de cambio oficial y el denominado “dólar blue”, abrió una brecha cambiaria. Un efecto colateral fue que surgieran negocios a los que tenían acceso a la moneda de forma oficial, con tasas de rentabilidad superiores al 100%. Para el que tenía acceso al mercado oficial, el tipo de cambio cotizaba cercano a los 5 pesos por dólar. En el mercado no oficial, se intercambiaba a más del doble. Este diferencial en las cotizaciones generó presiones sobre el peso y escasez en su demanda, lo que se tradujo en pérdida de valor o devaluación. Consecuentemente, hubo subida de precios generalizada (inflación).
Otra de las consecuencias, es la propensión al lavado de dinero y la evasión impositiva. Eran frecuentes los viajes a Uruguay para hacerse de la divisa estadounidense.
Dentro de los requisitos necesarios para acceder a la divisa norteamericana era la demostración fehaciente de ingresos mediante un registro en la Afip, órgano recaudador de impuestos.
Entre los trastornos que genera un cepo cambiario, se encuentra la cantidad de variantes financieras que hacen fugar a las divisas de la moneda extranjera para hacer una diferencia económica.
¿Qué es una tarjeta de crédito? La respuesta puede parecer obvia a la mayoría, pero hay algunas cuestiones, como los diferentes tipos o el origen de las tarjetas, que no todos conocen.
Una tarjeta de crédito es un documento emitido por una institución especializada o un banco a nombre de una persona. En general es de plástico o de metal y se puede utilizar para efectuar compras sin necesidad de pagar en efectivo. Como ventaja adicional, se puede trasladar el pago de los servicios o productos a períodos futuros.
La persona titular de la tarjeta de crédito suele tener un límite máximo de dinero para gastar. Por otra parte, el banco emisor de la tarjeta carga al comerciante un porcentaje por brindar el servicio, o incluso una cuota fija mensual o anual al tenedor.
Originalmente, las tarjetas de crédito surgieron en la década del 1920 en Estados Unidos. Se difundía entre empresas y eran de uso interno. Su uso era el de acreditar sueldos y realizar otras operaciones sencillas. El consumo todavía no era el objetivo. Recién en 1950 se emitió la primera tarjeta de crédito universal, aceptada por numerosos establecimientos. La entidad emisora fue Diner’s Club.
En la actualidad existen diversas formas de crédito y fórmulas de pago, lo que deriva en diferentes tipos de tarjetas de crédito. Estas son:
El seguro de hogar es un contrato firmado entre una compañía y una persona en el cual se ofrecen coberturas ante posibles daños y problemas que se produzcan en una vivienda a cambio de una contraprestación económica que se abona de forma periódica.
En general, el seguro de hogar cubre daños materiales que puedan sufrir una casa o departamento, como desperfectos en el agua o en caso de una fuga de gas. Dichos daños se dividen en dos: el contenido y el continente. El contenido del seguro se centra en todos los elementos que forman parte de la vivienda o se encuentran en ella. Por otro lado, el continente es la vivienda en sí misma, incluyendo la estructura y todo lo referido a su construcción.
Si bien en muchos lugares los seguros de vivienda no son obligatorios como pueden ser los de un auto, es recomendable tenerlos por los innumerables imprevistos que pueden suceder. El seguro puede servir para daños frente a terceros como los nuestros.
Las pólizas varían y con ella los precios, en función de las coberturas ofrecidas y de la empresa con la que se contraten. Es preciso conocerla en profundidad para reclamar lo que corresponda al seguro en caso de incidencia. Hay características genéricas incluidas en cada seguro de hogar. Estas son: · Daños eléctricos: normalmente los seguros cubren daños originados por cortocircuitos y corrientes anormales.
En el caso de viviendas alquiladas, así como el propietario no tiene obligación de contratar un seguro de hogar, tampoco puede exigírselo al inquilino, dado que no es obligatorio para ninguna de las dos partes.
Los préstamos hipotecarios son aquellos que están destinados a la vivienda, y han experimentando un alza debido al sistema UVA, el cual facilita el acceso a la compra de inmuebles. La intención inicial era que el importe a abonar por las cuotas del préstamo se asemejara al costo de un alquiler, bajando el nivel de ingresos necesario para poder calificar y acceder al préstamo.
El factor diferencial es la extensión notable en el plazo de pago, lo cual permite reducir el monto de la cuota. Lo que se mantiene es la necesidad del ahorro previo: el banco puede financiar hasta el 70% del valor de la vivienda a adquirir (el 50% en caso de refacción).
La búsqueda de estabilidad de la cuota a lo largo del tiempo se intenta al ajustar el crédito a la inflación, indexado, manteniendo la proporción de la cuota con respecto al nivel de ingreso. La variante incorporada que permite actualizar el costo de las cuotas es la Unidad de Valor Adquisitivo (UVA), herramienta ideada por el Banco Central, la cual apunta a establecer el costo del metro cuadrado. En el inicio, 1.000 UVAs equivalen a 1 metro cuadrado. Desde ese momento, el valor de la UVA se actualiza periódicamente de acuerdo con el índice de inflación oficial (IPC), medido por el INDEC.
Lo que diferencia a este tipo de préstamos, es que si bien al tomarlo se recibe una suma en pesos destinada a la adquisición de la vivienda, la deuda se contrae y asienta en UVAs, lo mismo que las cuotas, a las que se les suma la tasa de interés aplicada por el banco. Por ello, la cuota siempre constará de una cantidad de UVA predeterminada y lo que varía es el valor en pesos que tendrá esa UVA.
Por tanto, lo que hay que tener en cuenta al momento de solicitar el préstamo es la actualización de las cuotas por Índice de Precios al Consumidor y que no pueden subir más del 10% respecto al salario promedio. La deuda se contrae en UVA, la cual es la milésima parte del costo del metro cuadrado de construcción.
Los créditos hipotecarios UVA se diferencian por tener una cuota más baja al comienzo, la cual se actualizará con las variaciones de la inflación. Esa cuota inicial no puede superar el 25% de los ingresos de quien adquiere el préstamo, según la reglamentación oficial. Basado en esto, el banco determina el monto máximo que puede tener el préstamo.
A la hora de necesitar crédito, existen varios tipos de préstamos bancarios en Argentina. Según las necesidades del cliente, cada uno puede ser más o menos conveniente. Hay algunos que son para fines muy específicos (como un préstamo prendario, visto en la nota anterior). Y otros que permiten distintas aplicaciones. También se pueden diferenciar por las escalas de montos que pueden solicitarse.
Una variante muy utilizada (pero en algunos casos extrañamente poco conocida) es el préstamo vía acuerdo en descubierto. También conocido como sobregiro en cuenta corriente, es una excelente opción en algunos casos específicos en los que el cliente no tiene fondos. Si la cuenta corriente se utiliza para la adhesión de servicios pagados por débito automáticos y el cliente no cuenta con los recursos para abonarlo en el momento, el banco ofrece esta herramienta para contar con un monto extra. Así, cuando finaliza el período acordado –que en general no supera los treinta días– el cliente deberá devolver el total del monto, a lo que se le suman los intereses acordados.
Hay dos elementos salientes en este tipo de préstamos:
Por tanto, los sobregiros en cuenta corriente bancaria corresponden a aquellos giros efectuados por el cliente sin que existan los fondos necesarios disponibles, por lo que constituye un crédito que el banco concede. Los mismos pueden deberse a una modalidad de crédito previamente establecida con el titular de la cuenta corriente –lo que se llama un sobregiro pactado– o también originarse debido a una operación especial o contingencia, sin que al cliente le asista un derecho por contrato para sobregirar la cuenta y por sola voluntad del Banco –lo que se denomina sobregiro sin pacto previo.
Como ejemplo práctico, si una persona gira un cheque y no posee fondos en su cuenta corriente pero sí se encuentra en posesión de una línea de crédito, el banco pagará el cheque debido al sobregiro pactado. En caso contrario, si el titular de la cuenta corriente no cuenta con saldo disponible ni una línea de crédito (o la tiene ocupada en su totalidad), el banco también puede decidir pagar el cheque, habilitando un sobregiro no pactado, o en todo caso, protestar el cheque.
El préstamo prendario es una forma de financiación. Este tipo de préstamo le permite a una entidad o persona ofrecer a un cliente una cantidad de dinero específica (el préstamo en cuestión), la cual equivale a un porcentaje del valor de un bien mueble que funciona como garantía (la prenda). En general, dicho bien suele ser para el que se solicitó el préstamo en primer lugar, como por ejemplo un automóvil. Con estos elementos se realiza un contrato prendario, el cual incluye habitualmente como cláusula que no se pueda constituir otra prenda sobre los mismos bienes.
La prenda habitualmente es fija, sobre bienes semovientes o muebles, y productos o frutos. También flotante, sobre materias primas y mercaderías. Una vez realizado el contrato prendario, el bien permanece en poder del deudor, supeditando sus posibles usos a lo indicado en el contrato por ambas partes: en general no se puede vender hasta que se traslade al comprador o se cancele la deuda, y es necesario conservarlo en buen estado.
En lo referido técnicamente al tipo de préstamo, el que se suele utilizar con más frecuencia es el sistema de amortización francés, en el cual las cuotas que se pagan son iguales en tasa fija o con variación en función de la tasa valorada en el mercado financiero, en caso de que haya tasa variable. En el comienzo se paga una proporción menor del capital y más de interés, situación que se invierte a medida que se va cancelando el préstamo, terminando pagando más capital que interés.
Al momento de solicitar el préstamo prendario, es necesario informarse acerca de las condiciones, como el interés de la entidad financiera que lo aporta y las comisiones. Así también, debe leerse todos los documentos con profundidad antes de firmar y salvar cualquier duda que se pueda tener. Las condiciones suelen ser más exigentes que en cualquier otro tipo de préstamo.
Al momento de cancelar el préstamo, se solicita al acreedor que cancele la prenda a fin de disponer efectivamente de ella. Si no se llegase a pagar la deuda, el prestador tiene derecho a vender el objeto “prenda” para recuperar el dinero adeudado junto con sus intereses.
Un instrumento financiero es un contrato que se celebra entre dos partes, dando lugar a un activo financiero para una de ellas y un pasivo financiero para la otra parte.
Este tipo de contrato se basa en la compra-venta del producto o instrumento financiero. El comprador tendrá un activo y la parte que vende el instrumento asume el pasivo. Gracias al activo financiero, el comprador posee el derecho de percibir un ingreso a futuro que procederá del vendedor. A su vez, el pasivo financiero obliga al vendedor del instrumento financiero al pago de ese ingreso. Estos movimientos suponen una fuente de financiación para el vendedor y una fuente de rentabilidad para inversión para el comprador, por lo que son de gran valía para el crecimiento de la economía.
Hay instrumentos financieros más populares que otros. Los que suponen una renta fija son de los más conocidos. Por ejemplo, el bono de estado. Si una persona desea adquirir un bono del estado argentino deberá pagar el precio estipulado para así obtener el activo financiero. A cambio, tendrá el derecho a percibir una rentabilidad por la inversión realizada. Esa rentabilidad se obtiene a partir del porcentaje de rendimiento anual previamente anunciado, y su duración también se dispondrá de antemano hasta el vencimiento del contrato, momento en el cual también se recuperará la inversión inicial. El estado emisor del bono, al adquirir el pasivo financiero, se compromete al pago de los ingresos al comprador, estipulados por el porcentaje anual, y a devolver la inversión al finalizar el contrato.
Como conclusión, el bono ha sido para el inversor una fuente de rentabilidad y para el estado emisor una fuente de financiación.
Dentro de las características que definen a los instrumentos financieros, se destacan:
Los considerados instrumentos no complejos son aquellos que incluyen los de renta variable y renta fija. Los complejos, son los derivados financieros tales como: opciones financieras (conceden el derecho al comprador y la obligación al vendedor de proceder a una transacción con un precio prefijado en una fecha determinada); futuros financieros (contratos en los que se acuerda el intercambio de un activo financiero, con precio y fecha previamente establecidos y por lo general estandarizados); y DFDs (también llamados contratos por diferencias, en los que las dos partes intercambian la diferencia de precio de un activo específico, la cual se establece entre el momento de apertura y el de finalización del contrato).
En datos provistos por el portal de empleos Bumerang se observó que dentro de las postulaciones a empleos durante el mes de enero el salario promedio requerido por los hombres es de 72.700 pesos por mes aproximadamente, mientras que el de las mujeres es de 62.700. Se desprende de la observación de estos datos que la brecha salarial es del 16 por ciento.
Esta conclusión es similar a la de enero de 2019. Si se observa el promedio general según género de las postulaciones laborales, se reparten equitativamente: 50 por ciento son realizadas por hombres y el otro 50 por ciento por mujeres. Estos informes aportan nueva luz sobre la discusión entre la brecha salarial entre hombres y mujeres.
La equidad en las postulaciones es solo aparente: en cuanto comienza a aumentar la experiencia requerida en el puesto de trabajo a cubrir, el puesto de jefe por ejemplo, sólo el 30 por ciento de los candidatos postulados son mujeres. Por el contrario, si el puesto es de los denominados “junior”, las aspirantes son en su mayoría mujeres, contando con un 55 por ciento. En lo concerniente a puestos “semi senior”, no hay diferencia entre perfiles de distinto género.
Para sumar datos, se observa que el volumen de postulantes activos sigue recuperándose luego del cimbronazo ocasionado por el Covid-19. Pero todavía está por debajo de los niveles previos a la pandemia. El incremento interanual del salario medio solicitado por postulantes es de 33,7 por ciento en enero de 2021. Con respecto a diciembre del 2020, el aumento es de 4,1 por ciento.
En los extremos de remuneración pretendida se encuentran los puestos de auditoría, con 147.404 pesos y los puestos de Ingeniería en Alimentos en la categoría senior; y los puestos de gastronomía como camareros son los de menor pretensión salarial de todos los segmentos.
En la categoría “junior”, los postulantes promedian una edad de entre 22 y 30 años, y el 70 por ciento está en una búsqueda de cambiarse a un puesto de mayor jerarquía. La experiencia laboral promedio con la que cuentan es de un año. En la categoría “semi senior” y “senior” de postulantes, el promedio de edad es de entre 24 y 36 años, y la experiencia laboral de aproximadamente cinco años.
Sólo el diez por ciento de esta categoría se postula a puestos gerenciales, mientras que el resto se mantiene en la misma franja. Los postulantes a supervisor o jefe tiene un promedio de 35 años, y una experiencia de 8. El 30 por ciento de ellos aspira puestos “senior”, mientras que el 70 por ciento se vuelca a puestos gerenciales.
La revolución digital llegó hace tiempo al sector financiero, modernizándolo. Entre muchas renovaciones, permitió la aparición de los llamados bancos online. Estas entidades operan a través de internet, compitiendo con los bancos tradicionales.
El banco online es una entidad financiera que no tiene sucursales físicas, por lo que ofrece sus servicios a través de internet (ya sea en una página web o en una app), lo que se traduce en una disminución de costos para todas las partes involucradas. Es tal su aceptación en el público que muchos de los bancos tradicionales ofrecen esta modalidad. A su vez, el avance de estas tecnologías permitió la entrada de empresas independientes en el sector.
La modalidad es sencilla: sólo hace falta solicitar la apertura de una cuenta y seguir instrucciones, las cuales habitualmente consisten en digitalizar documentos para verificar la identidad y esperar la confirmación por parte del banco. Con la cuenta abierta, todas las gestiones se realizan de forma digital. Las ventajas están a la vista: el proceso es sencillo, permitiendo al cliente realizar todos los procesos de forma simplificada. Al suceder de manera remota se gana en comodidad y en una reducción de los costos (muchos de los servicios no tienen comisión alguna).
Pero no son todas buenas noticias. Así como tienen sus ventajas, los bancos online suelen ofrecer menos servicios. Principalmente, la oferta consiste en cuentas corriente, tarjetas de débito y transferencias. Son pocos aún los que ofrecen créditos, seguros o préstamos. También son difíciles las operaciones con cheques o incluso efectivo.
Al ser relativamente nuevos, los bancos online todavía no generan confianza en gran parte del público. Como factor agregado, al carecer de trato humano, la distancia se acrecienta. Si bien hay un empeño por generar un canal de feedback, la comunicación todavía es muy limitada.
Por sus características, los bancos online son ideales para los que buscan soluciones sencillas y rentables, principalmente en actividades como compras y gestión de ingresos. Entre su público se encuentran trabajadores freelance, personas jóvenes y viajeros.
Los bancos digitales se abren paso en el mercado, buscando abaratar los costos y ofrecer un mejor servicio al cliente actual, tratando de igualar los servicios de los bancos tradicionales, y agregándoles las ventajas de operar de manera remota, sin papeleo, colas de espera o sucursales.
El crédito hipotecario es aquél que está dirigido a la adquisición de bienes inmuebles (por lo general, una vivienda). Este crédito está respaldado por una garantía hipotecaria, significando que si el deudor del crédito no pudiera afrontar el pago de las cuotas, el acreedor puede llegar a quedarse con el activo hipotecado. Como característica principal cabe decir que la cuantía máxima del crédito será la del valor del inmueble, no pudiendo ser en ningún caso superior al del inmueble a adquirir.
El rasgo distintivo de los créditos hipotecarios es la garantía hipotecaria. La compra del inmueble con el crédito que otorga la entidad financiera formaliza la operación. En este proceso, el inmueble adquirido queda gravado con una hipoteca. De esta manera, si llegara a producirse la falta de pago del crédito, dicha entidad o el acreedor correspondiente podría ejecutar la garantía hipotecaria. Esta ejecución consiste en que el acreedor puede vender el inmueble sobre el que recae la hipoteca para satisfacer la deuda de pago pendiente. Esto nos presenta ante dos situaciones:
Dado que la responsabilidad del deudor es tanto con la hipoteca del inmueble como con el resto de sus bienes (presentes y futuros), nos encontramos que en un crédito hipotecario existen garantías que en otros créditos (como los personales) no. Son estas garantías adicionales las que hacen que el tipo de interés aplicable sea inferior que en otros créditos.
Si bien un préstamo y un crédito son similares, en materia de banca tienen diferencias. En el crédito, el banco le otorga una cuenta al cliente donde éste accede al dinero que necesite y pagará periódicamente el crédito solicitado, con los intereses y gastos añadidos por la entidad.
Por otra parte, en un préstamo el banco le ofrece al deudor una cantidad fija de dinero, la cual debe ser devuelta en un plazo determinado, junto con los intereses. Suelen ser operaciones amortizadas en cuotas regulares a medida que el deudor lo va pagando, y en general son a mediano y largo plazo.
En ambos casos es una institución bancaria o entidad financiera la que presta dinero para que, a fin de un plazo, le sea devuelto junto con los intereses correspondientes.
En el artículo anterior se desarrolló el concepto y funcionalidad del fideicomiso. Pero a su vez, hay distintas variantes del mismo, destacándose una en particular: el fideicomiso inmobiliario.
Es una herramienta mediante la cual una persona, que hará las veces de fiduciante, transmite la propiedad fiduciaria de ciertos bienes a otro fiduciario. Este último estará obligado a ejercerla en favor de aquél que sea apuntado como beneficiario y finalmente transmitirlo al cumplimiento de una condición o plazo al fiduciante, fideicomiso o beneficiario. El proceso es ventajoso debido a numerosas características.
Este contrato es apto, por ejemplo, para utilizar fondos de terceros al desarrollar emprendimientos inmobiliarios. El papel del fiduciante lo cumplen los inversores, que proveerán los fondos para comprar el terreno y afrontar los costos de la obra.
El fiduciario, por su parte, recibe el dominio de los fondos con algunas tareas como comprar el inmueble, luego inscribirlo de forma temporal y condicionada a su nombre, y finalmente llevar adelante el emprendimiento según los lineamientos establecidos en el anteproyecto. Al finalizar las obras proyectadas, el inmueble es afectado por el Régimen de Propiedad Horizontal o al de Loteo, se deberá transmitir el dominio de las unidades al beneficiario que corresponda.
Si bien el fideicomiso es una herramienta útil, no implica de por sí una garantía total frente a otras posibilidades para la inversión inmobiliaria. Más bien, debe estar estructurado para lograr los objetivos a conseguir. Pero dadas sus características, puede ser muy beneficioso por muchas razones, como por ejemplo: